Elisabeth Amat

Un nombre y una nacionalidad

Yo no sé exactamente en qué momento se me ocurrió venirme a la Argentina. El motivo sí me acuerdo pero el día exacto no. Y a la gente le encanta preguntar y yo, al contestar, me sonrío y les digo que realmente fui una inconsciente. Cometí un infanticidio por amor. Como en las películas románticas. Me casé con 24 años, crucé el charco y cambié Barcelona por Jujuy. Y, por si a mis lectores se les olvida, lo primero que debes hacer cuando sustituyes el suelo que pisas por otro, es decírselo a las computadoras de los diferentes gobiernos. Unas computadoras viejas que en el año 2005 estaban en MIGRACIONES, en la avenida 19 de abril.El 5 de noviembre de ese año impar cayó en miércoles. Un día de calor donde el tiempo parecía congelarse durante unas horas en las agujas de un reloj destartalado de una pared gris. El habitáculo era muy pequeño y oscuro. Había muchas sillas. Casi todas ocupadas.Dos eran las chicas encargadas de atender al público visitante que tenía ganas de quedarse. Ambas ponían cara de pocos amigos. Una tecleaba mi nombre con unas manos gorditas, muy deprisa y con la barbilla rozando el cuello de su polera.- Señora.... - le interrumpí.- SHHHHHHHHH. Escupió saliva sin darse cuenta. Por favor déjeme terminar....me contestó. Siéntese y le llamo cuando el trámite esté finalizado.- Pero es que.... le dije alzando un poco más la voz.- Insisto. Siéntese y déjeme trabajar de una vez.Obedecí. No me quedaba otra. Y esperé otra vez. Y me apiadé de las personas que se agolpaban en las calles del centro ante una puerta a las seis de la mañana. Una puerta que pertenecía a un banco. Mucho rato. Muchísimo.Entonces, cuando ya no quedaba ninguna de las otras mujeres con bebés, la señora de las teclas se levantó. Me miró y gritó.- Espamat. Acérquese.- ¿A mí?, pregunté. - Sí. A usted. Es la única que queda en la sala. Usted es el último trámite que se realiza esta mañana, señora. - Pero yo no me llamo así, repliqué. Eso es lo que quería decirle antes. - Usted se llama así, porque lo dice su pasaporte.Durante 24 años en las carpetas del colegio, en las listas de la Universidad y en el DNI español, al lado de mi nombre, ponía siempre AMAT.- Yo no me llamo así. Repetí. Si se entera mi abuela, le va a dar un patatús. Se muere de la tristeza si le enseño un DNI argentino en el que me llame ESPAMAT.- Mire. Me mostró convencida. Aquí pone E-S-P-A-M-A-T. - Señora usted está equivocada, me atreví a insinuarle.Entonces su frente se encogió y aparecieron arrugas de enojo.- Y le expliqué: - ESP: significa ESPAÑA y AMAT es mi apellido. ¿Lo ve? Aquí arriba lo dice más claro, le mostré. Lo pone por separado. - Son gallegos hasta para hacer pasaportes, me contestó. - Pero yo no soy gallega. Soy catalana. De Barcelona. También lo pone en mi pasaporte. - Eso no me importa ahora, resopló con aires de aburrimiento.A día de hoy me siguen llamando gallega. Eso sí, siempre con mucho cariño. Pero fue con esta historia cuando entendí cómo se fueron cambiando los apellidos en Argentina. Por suerte, seguiré siendo AMAT, aquí, en Barcelona o en Galicia. Hasta incluso después de muerta portaré la marca de mis ancestros.

21-05-2018 17:40