Días frenéticos y monótonos al mismo tiempo. Sin pausa y de una tensa calma inicial que se volvió angustia e incertidumbre a un punto tal que hoy ya no permite respirar. Acorralados entre el COVID-19 y la economía, la cuarentena de los 100 días terminó por resquebrajar la unión inicial, cuando la lucha contra la pandemia era una epopeya de todos los argentinos.
La creatividad, el humor y las alternativas al contacto social formaron parte de una Argentina dispuesta a dar pelea. Tras 2400 horas sumergidos en el confinamiento, todo aprieta. Sobre todo en el AMBA, donde las restricciones son duras y las consecuencias se sienten en alma y cuerpo.
El aislamiento se hace eterno. ¿Cuándo termina? La pregunta que enfureció al Presidente es en realidad el deseo de un país atrapado entre la debacle financiera y la salud. Un binomio que divide. Un complejo teorema que parece no tener solución correcta y que agota.
Y nadie sabe bien cuándo terminará. El coronavirus reveló en las últimas dos semanas su cara más voraz: la curva comenzó a subir y los casos se suman de a miles. La Argentina entró ahora en una etapa de aislamiento pendular con una metodología "martillo".
La cuarentena cumplió su parte: dio tiempo al sistema de salud para prepararse para el peor escenario. Dio tiempo para explorar tratamientos efectivos como la donación de plasma y la elaboración de testeos autóctonos. Dio tiempo para entender un poco más el comportamiento del virus que fue devastador en otras naciones.
Es el mismo tiempo que corre para quienes lo perdieron todo y para los que pudieron adaptarse; para los chicos que se quedaron sin clases y para los que iniciaron o terminaron una carrera vía zoom; para los que no pueden salir a trabajar y para los que ayudan en los comedores. Para las mujeres encerradas con un violento y para los trabajadores de la salud que arriesgan sus vidas en la llamada "primera línea".
También para los que cabalgan libres en Tierra del Fuego y los que esperan que el virus se vaya de su cuerpo encerrados en un hotel porteño. Para los que acatan y para los que rompen la cuarentena por un beso o una caricia. Para los infectados, los asintomáticos y los inmunizados.
LOS DATOS DEL CORONAVIRUS EN ARGENTINA
Los 100 días permiten analizar la evolución de los casos y su alta concentración en el AMBA: el 97 por ciento de los infectados se registraron entre el conurbano y la Ciudad de Buenos Aires. El ASPO permitió que el COVID-19 permanezca contenido en la zona y no se propague en masa hacia otras jurisdicciones, algo que empezó a cambiar en los últimos días.
El resto de los distritos mayor número de casos acumulados son Chaco, Río Negro, Córdoba y Santa Fe, aunque el número es sensiblemente menor. Una sola provincia no detectó ningún contagio en su territorio: Catamarca.
Dentro de esas demarcaciones territoriales, se pueden observar claramente los focos. El COVID-19 se ensañó particularmente con los residentes de geriátricos, barrios vulnerables, pueblos indígenas del noroeste del país (la comunidad qom) y con los trabajadores de la salud expuestos a altas cargas virales.
Según datos del Ministerio de Salud, la media de edad de los positivos es de 36 años. En tanto que la distribución por sexo es el 50,5% varones y el 49,5% mujeres. La media de los pacientes fallecidos es de 71 años.
La tasa de letalidad en el país es del 2,4%. Con leves variaciones, el número de muertos en la Argentina cada 100 mil habitantes por coronavirus es bajo en relación a otros países, según los registros que lleva el Centro de Estudios de Coronavirus de la Universidad de Medicina John Hopkins de Estados Unidos.
Los 8 sectores más afectados por el aislamiento son: sectores industriales de productos “no esenciales”, el comercio de productos “no esenciales”; la construcción; las/los trabajadoras/es de casas particulares; la provisión general de servicios sociales; hoteles y restaurantes; actividades inmobiliarias y el transporte de media y larga distancia.
Fuente: Todo Noticias
