Opinión

Tres tipos de amor

Columna de opinión de Elisabeth Amat.

ELI-AMAT-1
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08-03-2021 15:25

Pocas son las palabras que existen para decir todo lo que admiro de las mujeres. Si bien yo soy una de ellas, siempre tuve la suerte de crecer muy cerca de ejemplos que me inspiraron a seguir para adelante.

Podría enumerar cientos de adjetivos que las identifican, pero hay una cosa que se repite en todos mis modelos y es esa capacidad infinita de amar.

Algunas son madres. Abuelas. Otras amigas. Empresarias. Compañeras de trabajo. No importa. Pero todas tienen esa actitud de olvidarse de sí mismas para salir al encuentro de la otra cuando una se siente triste, o a la deriva.

Todas han puesto como prioridad número uno la sonrisa de un amigo, de un hijo, de un marido, de un hermano, porque la felicidad de nuestros seres queridos está por encima de la nuestra. Y luego, nos damos cuenta, que, cuando nos fijamos en el vecino nuestro corazón se pone contento, porque su alegría es contagiosa.

En este día en el que debemos conmemorar a esas trabajadoras textiles que salieron a la calle por el bien de todas las mujeres y no sólo del suyo, se me viene a la cabeza los tres tipos de amor que describió Platón en “El Banquete”: el de Eros, de Philos y el de Ágape.

El primero es el más fácil y liviano. Aquel que aparece cuando las mariposas nos hacen cosquillas en la panza al mirar, aunque sea de lejos, a esa persona que tanto nos gusta. Se trata de una forma idealizada de amar. Surge al principio de una relación y es un sentimiento intenso y enajenante. Efímero. Emoción básica, conectada con la biología y el instinto de procrear. La sexualidad, la sensualidad, el placer... todo ello se convierte en una necesidad de vivir la parte lúdica de la vida.

El segundo amor, según la clasificación del filósofo, es el de Philos: el amor por la humanidad y por los seres vivos que pueblan la tierra. Es aquel que se crea cuando la comunidad va en un mismo sentido, hacia un objetivo único. El egoísmo del Eros queda de lado para jurar lealtad al prójimo, pidiendo que el otro actúe de la misma manera.

El último, el de Ágape, es un amor desinteresado, el que se da por el simple hecho de amar. Se busca el bienestar del prójimo, su felicidad. Es empatía, generosidad, amabilidad. Se trata al otro con la calidez y humanidad con la que le gustaría ser tratado uno mismo.

Si bien muchas de las mujeres conocen estos tres amores, el de Ágape es el que más hallo en ellas. Quizás es el que sienten por sus hijos, pero hay muchas que si bien no han conocido la maternidad, aman sin pedir nada a cambio. No quiero minusvalorar al hombre, pero la imagen de ese tercer amor calza perfecto con la figura femenina.

En pleno s. XXI las mujeres pensamos y nos manifestamos de formas diversas sin embargo, hay algo de lo que estoy segura y es esa capacidad infinita de querernos en nuestra diversidad. Poder convivir en este mundo que se torna tan difícil en muchas ocasiones. Transitar un camino que está lleno de baches y tropiezos, y con esas mismas piedras que nos hicieron caer, construir. Cualquier cosa, pero construir.

Quizás no se pueda celebrar este día por los sucesos que recordamos, pero sí puedo brindar con muchas amigas mi condición de MUJER con letras mayúsculas.

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