Opinión

Una charla de café: Derecho a la educación

Sheila Nasif, Juliana Carbó y Juan Jenefes.

Escuela
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10-05-2021 09:41

Somos tres abogados especializados en distintas áreas del derecho, unidos con el objetivo de transmitir el mundo de los derechos humanos y que los hagan parte de su vida.

Como punto de partida decidimos que lo mejor era empezar por uno de los derechos más importantes: la educación.

Desde que inició la pandemia ha sido uno de los temas más trascendentales, con un mayor auge en las últimas semanas a razón del amparo interpuesto por el Jefe de Gobierno porteño por el reclamo de las clases presenciales.

Entonces, la educación ¿es un derecho? ¿un privilegio? ¿un anhelo?

La educación es un derecho de los pueblos, un derecho humano y tiene una particularidad, es el único que en la Declaración Universal de Derechos Humanos se le otorga una finalidad específica, que ningún otro la tiene.

Dice el art. 26 de la DUDH que su objeto es el pleno desarrollo de la personalidad, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales.¿Entonces? Es un derecho que el Estado debe garantizar.

¿Y qué tiene que ver la presencialidad o no presencialidad? ¿No es lo mismo? ¿Acaso la virtualidad no cumple la misma función que las clases presenciales?

Si aceptamos la virtualidad como sinónimo de educación de calidad, nos estamos equivocando.

La educación que reciben los niños en los Jardines de Infantes o en los Colegios, no puede obtenerse en libros, archivos de PDF o Word; tampoco en videos de YouTube.

La educación que brindan estas instituciones de forma presencial es integral, igualitaria en el acceso e igualadora en su finalidad. Es justa. No aumenta la brecha de desigualdad social. Aporta al niño un lugar sano, divertido y democrático de crecimiento donde aprende el contenido de sus materias, las reglas sociales, a ser amigo y a respetar a sus pares, las reglas del juego limpio y el tesoro de resolver problemas con la creatividad única e irrepetible que habita en cada ser.

Acaso, ¿alguien puede pensar que todos los niños receptan de la misma manera la educación virtual?

Hay alumnos que no acceden a la conectividad en sus hogares, que carecen de herramientas informáticas, que no cuentan con sus padres para comprender los contenidos enviados por los docentes o bien que estos no poseen la formación necesaria para procesar esa información y explicársela a sus hijos. Hay niños para quienes el colegio es su hogar, su fuente de alimentos, su lugar de contención, su única luz de futuro.

¿Acaso la vida no está llena de hábitos? Sería un error crear una generación que no conozca el esfuerzo que requiere el estudio, que comprenda que no se trata simplemente de leer y repetir, sino de arrancar el día temprano, cambiarse para el colegio, tener horarios, tener contactos con los profesores, socializar con respeto. Lo más importante es que para poder siquiera tener estas cosas es necesario contar con los medios y las herramientas. Sin conectividad, sin dispositivos, es imposible pensar en igualdad. Ni hablar del acompañamiento en casa por parte de los padres si es que lo pueden brindar, ya que en su gran mayoría tienen que dedicarse solo a trabajar.

¿Queremos una sociedad con mayor desigualdad? Para los que menos recursos tienen, ¡la virtualidad agranda la brecha!

Es cierto, la educación tiene el objeto del pleno desarrollo de la personalidad de cada uno de nosotros dentro de la gran familia humana y desde lo general como sociedad. La educación del pueblo o su falta va a repercutir de manera directa en el derecho humano al desarrollo progresivo, la superación de la pobreza como condena a la privación de bienes elementales de la vida. Como ha dicho Malala en su lucha por la educación “un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar al mundo”.

La presencialidad en las aulas debe ser amparada ya que así, protegemos al niño que tenemos al lado, a la niña que vive a dos casas de la nuestra y a la comunidad misma en su presente y su futuro posible, con un pronóstico mejor de lograr este cometido.

Las Naciones Unidas en el año 2015 aprobó los Objetivos de Desarrollo Sostenible que deberían lograrse para el año 2030. El cuarto ODS es la Educación de calidad, habiéndose registrado un enorme progreso respecto de la escuela primaria universal desde el año 2000, quedando mucho por hacer en términos de igualdad y educación.

El impacto de la pandemia en la educación, según la ONU es negativo. Durante el 2020, millones de niños quedaron fuera de la escuela; gran porcentaje comía todos los días allí y tuvo que salir a buscar otra fuente de nutrientes. El peligro de la continuidad es que muchos de ellos nunca volverán a las aulas, lo que puedeaniquilar años de esfuerzo en educación y más importante aún, puede frustrar el futuro de millones de niños en todo el mundo.

Por ello, es muy importante que las escuelas abiertas sean la prioridad en esta nueva normalidad hasta que logremos como sociedad superar al COVID-19.

La Ciudad de Buenos Aires decidió que esa iba a ser su postura. Ante el Decreto que ordenó el cierre de las escuelas por un lapso, inició un proceso judicial para declarar la inconstitucionalidad de ese punto, sobre la base de que esa decisión fue tomada sin argumentos científicos válidos que justifiquen que la medida es adecuada para frenar el aumento de casos de COVID.

Se defendió la idea de que debemos cuidar a los niños, que son sujetos especiales de protección, que las escuelas deben ser lo último en cerrarse. La Corte Suprema resolvió que el Estado Nacional debe darle contenido a los Decretos de Necesidad y Urgencia que restringen derechos humanos, en otras palabras: debe ser razonable lo que decide y hace.

Señaló también que no puede invadir las facultades de la Ciudad ni de ninguna provincia . Refirió a la idea de que todas ellas tienen competencia en materia de educación y salud, y que deben funcionar bajo la idea de un Federalismo de Concertación: de manera conjunta y articulada para que la suma de sus esfuerzos genere mayores beneficios y no tropiezos innecesarios.

La Corte efectuó un análisis de razonabilidad y determinó que la decisión de suspender las clases presenciales es irrazonable y no cuenta con elementos objetivos para restringir este derecho. Que los decretos no son un cheque en blanco.

En cambio, sí existen datos concretos de las consecuencias que dejará la pandemia. Dejará más pobres, mayor deserción escolar, mayor desigualdad. Es por ello que debemos dar a las generaciones las mejores herramientas para cambiar el futuro que nos depara.

Tomando palabras de Nelson Mandela “la educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo”.

Con la virtualidad estamos coartando ese anhelo.... El de construir un mundo mejor y más equitativo.

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