Germán Maccagno

El límite entre lo legal y lo moral

"Nos encontramos con la equivocada percepción de que todo lo que sea legal es justo y bueno", dice el padre Germán Maccagno.

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23-01-2019 11:31

¿Todo lo legal es moral?

No es fácil delinear en pocas palabras una visión clara de este problema que hace no sólo a la vida de todos los días sino también a la verdadera institucionalidad y al ser mismo de la democracia.

El Estado no es Dios. Cuando un Estado se convierte en la única fuente de la moralidad se transforma automáticamente en Estado totalitario.

La clásica frase de Jesús: “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” nos tiene que hacer ver claramente que también el César (es decir el Estado) debe respetar la ley Dios.

Dice Benedicto XVI en su primera encíclica (Dios es amor):

“El orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política. Un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de ladrones, dijo una vez Agustín. La justicia es el objeto y, por tanto, también la medida intrínseca de toda política. La política es más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética. Así, pues, el Estado se encuentra inevitablemente de hecho ante la cuestión de cómo realizar la justicia aquí y ahora. Pero esta pregunta presupone otra más radical: ¿qué es la justicia? Éste es un problema que concierne a la razón práctica; pero para llevar a cabo rectamente su función, la razón ha de purificarse constantemente, porque su ceguera ética, que deriva de la preponderancia del interés y del poder que la deslumbran, es un peligro que nunca se puede descartar totalmente.(Dios es amor nº 28)”

Si el Estado no reconoce una instancia suprema y superior a él, el Estado se transforma en una especie de Monstruo terrible que arrasa con todo lo que encuentra, porque se siente omnipotente.

Actualmente nos encontramos con la equivocada percepción de que todo lo que sea legal es justo y bueno.

Lo legal es obra del hombre y no siempre responde a lo que la recta razón establece como bueno y justo en el respeto a la dignidad de cada persona.

Por ejemplo, el aborto puede llegar a ser legal (de hecho lo es en caso de violación), pero nunca será justo, porque no respeta la dignidad ni de la mujer que sufre después el síndrome post aborto y posibles complicaciones para su salud, ni la dignidad de alguien que no puede defenderse y que muchas veces se transforma en una especie de injusto agresor cuando de hecho es totalmente inocente.

Si el Estado no respeta una ley superior que es la del orden moral natural, la de ese orden según el cual Dios creó al hombre, el Estado se hace totalitario y fuente del bien y del mal.

Y ya sabemos por la historia cuáles son las consecuencias de los totalitarismos: muerte y destrucción. Nuestra constitución expresa que Dios es fuente de toda razón y justicia.

Una democracia que no se fundamente en la verdad y en la justicia es una democracia con pies de barro, sometida a la supremacía de las mayorías que imponen y a las minorías combativas que arrasan con cuanta cosa se oponga a sus intereses.

La democracia verdadera debe defender la vida y la dignidad de la persona y de la familia.

Dice Benedicto XVI en Caritas in veritate nº 28:

“Uno de los aspectos más destacados del desarrollo actual es la importancia del tema del respeto a la vida, que en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los pueblos. Es un aspecto que últimamente está asumiendo cada vez mayor relieve, obligándonos a ampliar el concepto de pobreza [66] y de subdesarrollo a los problemas vinculados con la acogida de la vida, sobre todo donde ésta se ve impedida de diversas formas.

La situación de pobreza no sólo provoca todavía en muchas zonas un alto índice de mortalidad infantil, sino que en varias partes del mundo persisten prácticas de control demográfico por parte de los gobiernos, que con frecuencia difunden la contracepción y llegan incluso a imponer también el aborto. En los países económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están muy extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural.”

Lo dicho y citado puede esclarecer, creemos, algo de lo que estamos viviendo como sociedad, algo que ha repercutido en todo el mundo y que ha tenido el peor desenlace para la bebé.

Cuando lo legal no responde a lo moral, la conciencia humana debe optar por la verdad y hacer la opción que corresponda a la recta conciencia. Muchas veces hay que jugarse en contra de lo legal para optar por lo moral.

Esperemos que lo expuesto nos ayude a hacer un serio discernimiento y que nuestros legisladores sepan que una verdadera ley no es la que responde a caprichos o intereses políticos del momento, sino al orden gusto querido por Dios en esa ley que es eterna y que siempre regirá la conducta de todo hombre.

El que pueda entender, que entienda, dice el Evangelio.

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