Juan Jenefes

Una charla de café: el derecho al medio ambiente

Por Juan Jenefes y Juliana Carbó.

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24-05-2021 08:20

¿Se acuerdan de Benjamín Sánchez? El dibujante que nos va a colaborar con su arte en nuestras columnas. Le preguntamos si conocía a Greta, ¿Greta Thunberg? Nos repreguntó, ¡claro que sí! ¡¡si hasta se le planto a Trump!!”

Aquella respuesta nos lleva hoy a reflexionar ¿cuántos la conocen? y ¿qué representa ella? Todo ello, en relación a nuestro derecho de hoy, el derecho al medio ambiente (sano).El derecho a vivir en un ambiente sano es un derecho fundamental. Nuestra Constitución Nacional en su artículo 41 dice: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano...”

En palabras más simples, este artículo establece que todos los habitantes, tenemos derecho a que nuestra vida se desarrolle en un entorno que no nos enferme, es decir, que sea digno para la vida humana.

Hasta acá parece fácil, pero debemos preguntarnos ¿qué es el ambiente o medioambiente? Es más que un conjunto de elementos del medio natural como la vegetación, la fauna, el suelo, el clima, el agua y su interrelación.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente en Estocolmo (1972) lo definió como: “el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos o indirectos, en un plazo corto o largo, sobre los seres vivos y las actividades humanas”.

Entonces, este derecho es más amplio de lo que suele creerse. Seguramente ya dedujeron que se relaciona de manera directa con otros derechos, como la vida y la salud.

Sin embargo, en nuestro país y en gran parte del mundo, no se encuentra al alcance de todos, o por lo menos no de la misma manera. Existe una gran desigualdad vinculada al ambiente. En la Cumbre para la Tierra de 1992 se reconoció internacionalmente el hecho de que la protección del medio ambiente y la administración de los recursos naturales deben integrarse en las cuestiones socioeconómicas de pobreza y subdesarrollo.

Los factores adversos que afectan al planeta, como la contaminación ambiental, tiene consecuencias directas y más devastadoras en los sectores más postergados de la sociedad. En la Argentina, como en el resto del mundo, hay cada día más personas que viven en ambientes insanos, como ser los basurales a cielo abierto, siendo este un fenómeno que viene en crecimiento y de la mano de la situación socio económica.

Cuando se habla de contaminación ambiental, no solo deberíamos imaginarnos a las empresas, sino que tenemos que entender que el Estado es un gran contaminador.

El derecho a un ambiente sano nos impone a todos, una gran responsabilidad presente y futura. Es así, que la Constitución, expresa que este derecho es necesario “...para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo.” Nos insta a pensar en el mundo que le dejamos a los que vienen y a planificar una actividad productiva sustentable.

Este derecho es un derecho humano de la colectividad, o sea tuyo, mío y de todos los que estamos presentes y los que vendrán. Nos exige un comportamiento social ya que el esfuerzo en su cuidado debe estar orientado a que todos tiremos para el mismo lado.

La importancia de tomar medidas para concientizar a todos los miembros de la sociedad ha generado que se dicten muchísimas normas: Ley General del Ambiente, Ley de Gestión de Aguas, Ley de Residuos Peligrosos, y muchísimas otras siendo la última la Ley de Educación Ambiental Integral.

Si vemos la Ley de Educación Ambiental Integral (EAI) -que se sancionó la semana pasada- observamos que su finalidad (a través de la educación transformadora) es cambiar la conciencia sobre el cuidado del ambiente. Incluye principios básicos como: respeto y valor a la biodiversidad, equidad, igualdad desde un enfoque de género, educación en valores, pensamiento crítico e innovador...

El cambio de conciencia implica que debemos reaprender a vivir, a progresar de manera sustentable dándole a la tierra -nuestra casa- el tiempo que necesita para recomponerse sola, también a desarrollar tecnologías que ayuden a esta recomposición y que las actividades tengan el menor impacto negativo posible.

El ser humano, que entienda que el planeta es su hogar y que debe cuidarlo, puede realizar muchísimas acciones que podrán tener una implicancia positiva directa en él. Como ser: cuidar el agua, separar basura, tener un espacio de compost que luego se use como abono para jardinería; hacer “botellas de amor” (botellas de plástico limpias que se llenan con plásticos limpios para que ocupen menos espacio y luego poder llevarlas a puntos de reciclaje); comprar la menor cantidad de ropa posible y donarla o revenderla cuando no la precisamos más; plantar árboles; tirar la basura en lugar apropiados, etc. Estas acciones no serán suficientes sin un Estado que acompañe.

Esta cultura de la que hablamos, que preserva el ambiente nos exige un cambio interno que no es más que mirar al mundo con respeto humano. Ese cambio, es el que va a determinar si en un futuro los que vengan van a tener o no una vida sana en un ambiente sano, que es la base para ir por los demás derechos, para reclamarlos y disfrutarlos.

No hay planeta B, dice el título del bello libro infantil de Eva Saldaña. No podemos saltar de este barco así que no nos queda más que hacerle frente y arreglar la casa que necesita un mantenimiento luego de años de abandono y de “ver qué hacemos”.

Greta Thumberg comenzó a manifestarse siendo una niña y hoy es una referente internacional de la lucha por el ambiente acompañada por miles de personas.

Su ejemplo es muy poderoso ya que nos muestra que todos podemos promover el cambio. Ella con su “nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia” nos muestra que es cierto y posible. Seamos agentes de cambio.

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