“A los quince iba formando mi propio programa de lecturas”, dijo Guillermo Saccomanno en su disruptivo discurso inaugural de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. “Era el tiempo de, entre otros, Castillo, Guido, Dal Masetto, Hecker, Rivera, Orphée, Puig, Lynch, Briante, Gallardo y Piglia”, siguió.
Era tucumana. Aunque odiaba Tucumán, Elvira Orphée nació el 29 de mayo de 1922 en la ciudad de San Miguel de Tucumán y vivió allí hasta sus 16 años, cuando se mudó a Buenos Aires y desplegó su producción literaria.
Así, con una prosa poética deslumbrante, publicó su primera novela “Dos veranos” en 1956 -ambientada en Tucumán, aunque no mencione la provincia ni una vez- y a partir de entonces le siguieron “Uno” (1961), “Aire tan dulce” (1966), “En el fondo” (1969) reelaborada luego como “La muerte y los desencuentros” (1989), “La última conquista de El Ángel” (1977) y los tres volúmenes de cuentos “Su demonio preferido” (1973), “Las viejas fantasiosas” (1981) y “Ciego del cielo” (1991).
“De ella se ha dicho, con acierto, que es 'uno de los secretos mejor guardados de la literatura argentina'”, indicó Soledad Martínez Zuccardi, doctora en Letras, en una nota publicada en La Gaceta y la describió como una “escritora extraordinaria aunque no tan conocida más allá de los ámbitos especializados”.
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Falleció el 26 de abril de 2018 y este año la autora cumpliría 100 años, por lo que su mención en el discurso inaugural que citamos al inicio de esta entrada nos impulsó a que Elvira Orphée sea la autora recomendada de nuestra sección recientemente inaugurada con Tour de Libros, un usuario de Instagram que desde Jujuy produce contenido acerca de autores, autoras y sus obras.
En esta ocasión leemos y recomendamos “Dos Veranos” de Elvira Orphée, originalmente publicado en 1956 y reeditado -recuperado deberíamos decir también- en 2012 por la Editorial Universitaria de Villa María (Eduvim).
“Dos veranos” de Elvira Orphée (Eduvim, 2012)
Sixto Riera era apenas un niño cuando don Joaquín, el hombre de los ojos azules, apareció por su rancho y decidió que le convenía llevárselo como sirviente.
En ese momento, Sixto pensó que, para no morir de hambre, eso era lo mejor que le podía pasar, ya que hasta entonces nunca había probado un café con leche, solo agua podrida con pan duro.
Más que conflictos de clase, atraviesan todo el libro de la tucumana Elvira Orphée conflictos de raza: por don Joaquín, sus hijos y las maestras de la escuela, Sixto es considerado un “indio atravesado”, un “negro de mierda”. Incluso él mismo adopta esa visión hegemónica: cree que lo bello es lo blanco y quiere ser lindo.
Con lucidez, la autora no presenta a Sixto con menos inteligencia o habilidad que el resto de los niños, por lo que es capaz de reconocer su desventaja, motivo que le permite soñar (como cuando viaja en colectivo del pueblo a la ciudad a hacer mandados) con una vida mejor.
La historia está claramente ambientada en una provincia del norte argentino -como decíamos, se trata de Tucumán aunque no se mencione ni una vez- y se advierten en ella algunas dicotomías -persistentes en algunos casos- de principios del siglo pasado: ómnibus-trenes, pueblo-ciudad, capital-interior, Buenos Aires-resto del país.
El libro es, sin dudas, una joya todavía no reconocida de la literatura argentina que Eduvim se encargó de rescatar hace menos de una década para que Elvira Orphée no sea olvidada nunca.
Belleza pura. Carcajada de a ratos. Un poema en forma de novela.
