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Acusó a un vecino de abusar de su hija y lo linchó: “Quise asustarlo, no matarlo”

La nena tiene 4 años. Hay otros dos arrestados.

Galeano-linchamiento
Galeano-linchamiento

10-08-2019 11:27

A Gabriela Galeano (34) la traen esposada y con zapatillas sin cordones hasta una de las salas de atención al público de la Comisaría 2 de Villa Ramallo. Sus lengüetas están dadas vueltas, como usaban los jugadores de fútbol en los 90. La sientan en una silla, le quitan las esposan y la dejan junto a su abogado, cara a cara con el periodista y el fotógrafo de Clarín.

Galeano lleva once días en una de las celdas de este lugar. Pero las causas que la trajeron habían comenzado antes del miércoles 31 de julio, el día de su detención.

En principio, el sábado 27 de julio Gabriela trabajaba en una casa de familia de Gobernador Castro, localidad de Buenos Aires, cuando su nena de 4 años, que llevaba una semana de puro llanto, sin probar sus golosinas y comidas preferidas, habló. En esos días previos a su confesión la habían llevado al médico, pero los profesionales no supieron decirle qué le pasaba. Le recetaron ibuprofeno, creyendo que sería un dolor de garganta.

“Mami, 'Chuky' me tocó”, alcanzó a decirle, señalándose una parte de su cuerpo. Entonces, Gabriela dejó a su hija con una amiga y volvió a su casa. Corrió hasta el fondo, donde vive su papá y “Chuky”, que era Miguel Ángel Romero (35). “Lo encontré, le pregunté qué le había hecho a mi hija y nunca me respondió. Empecé a pegarle trompadas y patadas y a gritarle 'vos tocaste a mi hija'”, recuerda.

Después tomó un cuchillo, se lo puso en el cuello y le volvió a preguntar qué le había hecho a su nena. Ahí nomás se metió el papá de Gabriela, y el asunto no pasó a mayores. Esa tarde llamó a la Policía, recibió a los patrulleros en la puerta de su casa y Romero fue trasladado a la Comisaría.

Galeano fue hacia la Comisaría de la Mujer para hacer la denuncia. Antes de eso habían pasado por el hospital zonal. En la detención, por “abuso gravemente ultrajante”, intervino la UFI 11, a cargo de Viviana Ramos. Pero Romero fue liberado a las horas.

EL ABUSADOR ESTABA LIBRE A PESAR DE LA DENUNCIA

Cuatro días después, el miércoles 31, a Gabriela le darían la noticia: “Chuky”, quien durante ocho meses había vivido en la casa del papá de Gabriela y que compartía trabajo con ella en un campo de Mercedes, y cada tanto llevaba a las hijas de la mujer al colegio, estaba libre. Hasta le dieron la dirección en la que lo podría encontrar. Y fue por él.

Un grupito de amigos y familiares le propuso acompañarla, pero ella asegura haberles aclarado: “Es algo personal. El asunto es entre él y yo. Se metió con mi hija, no con los hijos de ustedes”. Eso les pidió. Y hoy, en la sala de la Comisaría jura que su objetivo solo era asustarlo.

Romero era alcohólico y como nunca contaba con el dinero para pagar un alquiler, la familia Galeano decidió invitarlo a vivir al fondo de su casa, en lo del padre de Gabriela. “No tenía dónde vivir ni qué comer. Y nosotros somos confiados... Yo trabajaba con él. Mis hijas lo querían... era mi amigo. Nunca antes nos hizo algo malo”, cuenta la mujer.

"ARRUINASTE A MI HIJA"

Gabriela, siempre ese miércoles 31, entró a “La Pensión del Mencho” y en recepción preguntó por Romero. La dejaron pasar, llegó hasta la puerta de la habitación, la rompió y lo tuvo frente a frente. Gritándole “arruinaste a mi hija, ¿por qué no me lo hiciste a mí?”, le pegó golpes de puño y patadas. Anteriormente uno de sus cuñados le había dado dos trompadas. Algunas de las personas que la acompañaban también le dieron patadas. Romero se defendió como pudo.

Según la versión de la mujer, el grupito de familiares y amigos habían llegado hasta allí solo para meterse en caso de que Romero sacara una cuchilla o algo para lastimarla. “Te lo sacamos a la calle y le peleas”, le habían dicho en su casa.

La Policía habría tardado unos 20 minutos en llegar a la pensión. Le preguntaron al lastimado si quería hacer la denuncia o ser trasladado al hospital, pero se negó. Y se fue a pie. Aproximadamente dos horas y media después sería encontrado por la Policía en el interior de una cuneta. Estaba desvanecido. Fue trasladado al hospital, donde moriría a eso de las once de la noche. Y Gabriela, que estaba en la comisaría por “lesiones graves” se enteró ahí mismo que quedaría detenida por “homicidio”. Desde ese momento fue trasladada a la Comisaría en la que recibe a Clarín. Su abogado solicitó la prisión domiciliaria, ya que tiene dos hijas menores.

“Mi defendida acudió innumerables veces a la Justicia. Y nunca se dirigió a matar a Romero sino a demostrar su valentía que, como mujer, debía enfrentar ante la noticia de la liberación. Cualquier mujer que decide matar a un hombre lo hace con un medio idóneo para hacerlo. Graciela solo fue a golpearlo”, dice Pablo Vacani, defensor oficial y docente destacado de la UBA. Y sigue: “su fallecimiento fue el resultado de la ausencia de atención oportuna ante la decisión de la víctima de encubrir los hechos y la omisión policial en su deber de brindar auxilio”.

PASADO Y ABUSOS INTRAFAMILIARES

Durante la charla Galeano recuerda que aquel sábado cuando su nena de 4 años le contó que Romero la había tocado no fue, en realidad, el principio que desencadenó su reacción. Todo había comenzado décadas atrás. “Escucharla a mi hija confesándome que la habían tocado también fue volver a sentir un sufrimiento personal que no puedo sacar de mi memoria”, confiesa. Se refiere a los abusos que dice haber sufrido por parte de su tío, entre sus 8 y 12 años, de los que dio detalles en su declaración. “Fue volver a lo mismo. La única diferencia es que yo sí iba a defender a mi hija. En su momento yo no tuve papá ni mamá para hacerlo”, dice.

Galeano nació en Villa Ana, Santa Fe. Su mamá la abandonó a sus 2 años y su papá, cuando tenía 5. Decidió que “su mejor futuro” estaba en Buenos Aires, en la casa de uno de sus tíos. Ellos, que no tenían hijos, la criaron. A los 8 empezó a ser abusada por su tío. A los 12, ya en Santa Fe otra vez, se animó a contárselo a un compañero de aula y juntos hablaron con una docente. Hicieron la denuncia, pero su tío alcanzó a fugarse. “Me vivía amenazando con que si hablaba me mataba a mí y a mi tía, que en ese momento era como mi mamá. No tuve valor para hablarlo antes. Mi hija por suerte se animó”, detalla. “A la nena se le constató una irritación en zona vulvar”, agrega el abogado.

La causa está caratulada como “homicidio agravado por premeditación de dos o más personas”, que prevé prisión perpetua. Hasta el momento hay otros dos detenidos. Una amiga y la pareja de Galeano. Otras cuatro personas están prófugas.

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