Opinión

Me gustan los días normales

Elizabeth
Elizabeth

15-03-2019 12:43

Una de las cosas que más me gustan en la rutina de llevar y traer a mis hijas al colegio es el tiempo que comparto con ellas. Como son cuatro, intento buscar momentos para cada una en diferentes tandas y de esta forma sienten que tienen un espacio a solas conmigo.

- Isabel, ¿cómo te fue hoy en tu segundo día de tercer grado?

- Normal, contestó perdida, mirando embobada por la ventana.

- ¿Nada nuevo que quieras contarme?

- No mamá. A mí me gustan los días normales... donde no pasa nada raro. Me gustan las cosas de todos los días.

Me quedé callada un largo rato... Tantos preparativos para ese primer día: la mochila, los útiles escolares, los nervios de estrenar las primeras hojas de los cuadernos... para que al día siguiente, todo se convierta en rutina, en "normal". Por un lado pensé que mi hija era privilegiada porque le gustan los días comunes, es decir, que entonces resultaban buenos... pero por otro, me di cuenta que no estaba esperando nada espectacular para ser feliz.

Hoy, la cultura nos incita a creer que cuando seamos flacos seremos felices o cuando bajen los precios, se asfalten otra vez las calles, nos vayamos de vacaciones al Caribe, los edificios a la mitad se terminen, las veredas se ensanchen, el amor romántico toque a tu puerta o la cigüeña te traiga a un bebé perfecto. Y no. Parece que los anuncios publicitarios nada saben de felicidad. Porque la felicidad no siempre se traduce en una cara que sonríe o se troncha a carcajada limpia. Quizás esa especie de meta a la que siempre apuntamos se esconde en nosotros mismos y podemos sentirla aún cuando estamos tristes, enfermos o atravesamos un problema complicado.

La mayor parte de nuestros días son neutros, rebosantes de rutina con sabor a común, y a veces, esperamos y ansiamos tanto lo extraordinario, que nos perdemos la magia de lo ordinario.

No quiero hablar de momentos porque tampoco es así. No sólo soy feliz cuando sonrío... y si bien intento hacerlo mucho, no me sale todo el tiempo porque no me gusta mentir.

Así que después de una conversación con mi hija de siete años entendí que en los días normales con cara neutra podemos sentir la felicidad que tanto esperamos encontrar en el azul trasparente de las vacaciones imposibles de Cancún.

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