Desde temprano, las calles se van poblando de mujeres de todas las edades, que bajando de los cerros, saliendo de sus casas, y dejando atrás la rutina, se dirigen rumbo a los clubes, plazas y mercados, que ofician de escenarios para la festividad.
En el ingreso a cada uno de esos “fortines” donde se realiza el topamiento, las mujeres serán vacunadas contra la tristeza, el mal de amores y las penas, con un brebaje alcohólico, especialmente preparado por organizadores, y anfitrionas, que “obligatoriamente” deben beber al ingresar.
Después de “la vacuna”, empanadas, tamales, humitas, picante de pollo, lengua y mondongo; mucha cerveza, chicha de maní, de maíz, y jugos. Todos ellos serán los elementos infaltables en el menú de los encuentros, donde la charla y la copla, por supuesto, también dirán presente.
Enfloradas con hojitas de albahaca en el cabello, las mujeres brindarán por las amigas, la familia y los niños, contando al ritmo de sus cajas, las alegrías y desventuras que atravesaron desde su último encuentro, en el topamiento del año pasado.
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