Los datos sobre la evolución del coronavirus en España que el Ministerio de Sanidad dio a conocer este martes reflejan cómo la tercera ola está golpeando si se habla de fallecimientos. Con 724 notificaciones en un día, la cifra es la mayor desde la primera ola.
Si se toma el acumulado de muertes a siete días, más fiable y menos sujeto a incidentes puntuales, este supera por primera vez los 3.000 muertos en una semana (son exactamente 3.006), más del triple de los 956 del 4 de enero. En total, el registro contiene ya 59.805 defunciones con diagnóstico de coronavirus confirmado desde que empezó la pandemia.
En el otro extremo del proceso, el de los nuevos diagnósticos, las noticias son más favorables. Este martes se notificaron 29.064 positivos, un indicador que no bajaba de 30.000 desde el 12 de enero. Tomando el acumulado en siete días, el valor es de 222.052, y confirma la tendencia a la baja que se inició el 26 de enero, cuando pasó de 259.000.
La suma en una semana lleva desde el 15 de enero por encima de 200.000, lo que indica que la transición de la fase creciente a la decreciente de la curva es muy lenta y gradual. Y supone que cualquier incidencia puede romper la tendencia. En total ha habido ya 2.851.869 diagnosticados de coronavirus en España. A este ritmo, a finales de esta semana o principios de la que viene se pasará de los tres millones.
Los datos de este martes, dentro de que son malos, reflejan un mínimo suspiro en los hospitales. Las camas de atención general están un poco menos ocupadas por pacientes con coronavirus: la proporción bajó del 45,30% del lunes al 44,58%, que es el segundo valor de la serie desde la primera ola. Ya no hay ningún territorio con más del 40% (el lunes la Comunidad Valenciana estaba en el 41%). Aun así, aún quedan seis territorios por encima del 25%, un nivel alto de riesgo.
Aunque el dato de un día no marca tendencia, la saturación de las terapias remite por primera vez desde el 31 de diciembre. En este último informe está en el 44,58% (el lunes alcanzó el 45,30%). Este indicador es importante por dos motivos: es el recurso más difícil de improvisar (aunque los hospitales han duplicado su capacidad desde el inicio de la pandemia) y son un parámetro que permite prever la evolución de las defunciones.
