Elisabeth Amat

Reivindiquemos la pausa

La columna de opinión de Elisabeth Amat.

Accidente-Cuesta-de-Lipan-3
Accidente-Cuesta-de-Lipan-3

08-07-2021 15:42

Dicen, los que llegan a Jujuy por primera vez, que las buenas energías se sienten en el aire, en este paisaje inmenso que nos rodea. Y es cierto, porque ante la grandeza de un cerro, uno se da cuenta del privilegio que tiene de poder disfrutarlo en vivo y en directo. Sin embargo, los que contamos con la suerte de vivir en un mundo tan espectacular como este, las maravillas pasan desapercibidas por el hecho de que son rutina y nos centramos en las que nos faltan.

Por tanto, es cuestión de cambiar el foco. Quizás, ahora que acaricio los cuarenta, me ha llegado esa crisis tan anunciada en la que las mujeres se dedican a decir lo que piensan, se les pasa la vergüenza y están dispuestas a sacarse las presiones insulsas de lo que los demás quieren, para empezar a ser auténticamente ellas mismas.

Es el momento de buscar esas energías positivas y sacarlas a relucir todos los días. Obviamente que no es fácil porque hay que volver a educar a nuestra mente. Eliminar esos futuros negativos, negros, que no existen realmente pero flotan en nuestro cerebro, empujándonos a un terreno que no nos gusta. Que nos deprime. Que nos pone de mal humor.

Victor Küppers, escritor y consultor holandés afincado en Barcelona, en varias de sus conferencias, nos repetía que somos como bombillas con patas. Existen algunas personas que van a 3000 vatios, y otros, que van por el mundo caminando fundidos. Sin trasmitir ninguna sensación agradable. Sin luz. Opacos. Grises. Pero hay otros, que tienen una luz especial, porque son alegres, positivos. Trasmiten un algo, una chispa, pasión, un toque químico, no sé... que hace que queremos estar con ellos.Probablemente es porque eligen caminar con una actitud positiva, iluminando a aquel sector que lo roza. Se levanta todos los días con la idea de estar contento consigo mismo y con los demás.

Vivimos en un mundo donde la prisa nos devora el día. Manejamos, escribimos, hablamos, comemos, trabajamos, caminamos... RÁPIDO. Queremos adelantar... pero ¿a quién? ¿Quién nos dijo que esto de vivir se trataba de una carrera? Siempre apurados, para no perder el supuesto tiempo que sabemos que es corto, pero no por eso tenemos la obligación de hacer cosas para llenar esos días contados. Es necesario dedicar un rato para la nada, para no pensar tanto y sentir esa energía de la que hablan los turistas. Hay que reivindicar la PAUSA... porque la pausa repara, insistía el holandés. Darnos un tiempo para pensar qué es importante, con quién quiero estar, qué mochila quiero dejar en el camino, y así, vamos aliviándonos... La teoría nos la sabemos de memoria, pero el silencionos invita a reflexionar si realmente lo estamos poniendo en práctica. Es simple... hay que parar un ratito.

No quiero perderme la vida creciendo, desarrollándome, reproduciéndome, discutiendo y muriéndome... En estos siguientes cuarenta años quiero volver a lo básico, al disfrute de lo pequeño, del día a día. De los detalles más pequeños.

Aprender a ser agradecida y dejar de dar las cosas por hecho. A darme cuenta que soy una suertuda por todo lo que me rodea, y cuando vengan las malas rachas, la suerte torcida, ponerle buena cara y elegir afrontarlo de la forma más positiva que se pueda. No a 3000... sino a 5000 vatios.

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