Elisabeth Amat

El Poder de la palabra

Hace algunas semanas, pajarito Conde dejó de volar por Jujuy. Después de noventa años se fue a descansar definitivamente, en silencio. Personalmente solo lo conocía de vista, y de oído por supuesto, porque fueron muchos colegas los que me hablaron de él. Sin embargo, la radio hizo de puente mágico para que pudiéramos charlar en alguna ocasión especial. La última vez fue en junio de este año con motivo de las bodas de oro de LW8. Ese día nos saludamos con cariño y, antes de despedirse, con voz pausada pero firme, me recordó algo importante: “No te olvides de usar bien esa herramienta intangible que tiene el periodismo: la palabra”.

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07-09-2020 20:54

El día en que se murió, volví a escuchar ese mensaje y me quedé pensando en el poder que tiene realmente esa palabra precisa que se dice a veces sin pensar y que puede acariciar o estropear para siempre una buena amistad. Nunca fue lícito abusar de ella y hoy, más que nunca, los periodistas lo tenemos muy difícil. Actualmente, parece que las redes sociales se mueven con más autoridad que nosotros, y si bien es porque hay gente que se ha dedicado a desinformar deliberadamente, también la responsabilidad recae en mi profesión, que no siempre ha sido del todo honrada, tergiversando a su libre albedrío la realidad.

La palabra en un micrófono es sagrada y a veces, por la rutina o la prisa, se nos olvida que puede zarandear montañas. Aunque solamente fuera un oyente el que nos escuchara, la responsabilidad sigue siendo la misma y nuestro deber, inmutable.

En un libro que anteriormente ya mencioné y que está leyendo mi padre (“El poder oculto de la amabilidad”) se le dedica un capítulo al poder de la palabra; y en un párrafo menciona que la exageración también es una forma de mentira, especialmente cuando nos vanagloriamos de nuestros logros o le ponemos dramatismo a la narración. ¡Cuántas veces nos hemos encontrado con gente aburrida que parece disfrutar victimizándose, intentando dar lástima a su alrededor o, por el contrario, aquellos que no callan y se ensanchan el pecho cuando se babosean con sus éxitos! Cómo se extraña en esos momentos el silencio que tanto puede decir en el vacío y más cuando esos logros se presumieron antes de tiempo.

De todas formas, el autor, subraya que la más peligrosa y maligna de las mentiras es aquella que hace de la fama de otro su víctima... y es que la ligereza en el uso de la verdad, puede provocar un daño irreversible en el prójimo porque la difamación, lamentablemente, no tiene botón ni palanca de marcha atrás.

Durante esta pandemia, las mentiras se han paseado como perro por su casa, aprovechándose de este virus maldito. Deambularon disfrazadas en todas las plataformas periodísticas. Embusteros siempre los hubo pero en el ámbito de mi profesión están prohibidos. La búsqueda de la verdad siempre fue nuestro principal objetivo y no podemos perderlo. La lupa con la que miramos la realidad debe ser eternamente transparente, los colores nos la muestran bonita pero cambiada y con una deformación es difícil encontrar el enfoque correcto. Quizás, el secreto está, en mirar la verdad desde arriba, con los ojos de un pájaro en libertad.

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