por El Pacto de Mayo impulsado por el presidente Javier Milei propone un nuevo orden económico, social y cultural para Argentina.
La propuesta a la convocatoria aún no está sólida, sino condicionada a los resultados legislativos en el marco del tratamiento del paquete fiscal, junto a la Ley de Bases, ingresados en las últimas horas al parlamento argentino.
Los gobernadores, principales invitados al compromiso propuesto por Milei, más allá de sus características dialoguistas o no dialoguistas, tienen algo en común en que coinciden y condicionan la firma del acuerdo: la “plata”.
Sabemos que la coparticipación es central para las provincias entre otros temas. En ese sentido, los balances de exportaciones y de recaudación hablarán por sí solos antes de mayo. Los mandatarios quieren evitar eventuales costos sociales. Este dato, puede asegurar o no el éxito del Pacto promovido por el presidente.
Si no hay más sorpresas en esta nueva instancia legislativa prevista para los próximos días, el país se reconfiguraría y estaría listo para iniciar otra etapa.
Para lograr la reinserción en el mercado mundial, es necesario acertar en la forma que se organiza una economía que no está preparada para competir globalmente como es el caso de la Argentina. Ocurre que la batalla se libra entre aquellos que defienden las restricciones externas y los que pelean por la liberación total de la economía.
Según el instituto de Estudios de la Realidad Argentina y Latinoamericana (IREAL) de la Fundación Mediterránea, “en la analogía entre el Pacto de Mayo y el de la Moncloa, no puede ignorarse que aquel acuerdo de 1977 en la España posfranquista, tuvo como norte acceder a la Comunidad Económica Europea, con todas las reformas que eso implicaba. El objetivo era integrarse al mercado europeo, tras décadas de aislamiento”.
El acuerdo de la Moncloa contó con la firma de diez partidos políticos, entre los que se encontraban los nacionalistas vascos y catalanes, comunistas de Santiago Carrillo y los ex franquistas de Manuel Fraga Iribarne que mantuvieron enfrentamientos durante 40 años antes en una guerra civil que provocó medio millón de muertos. Sin embargo, se sentaron en una mesa a consensuar políticas de Estado que se sostienen en la actualidad.
El Pacto de Mayo puede inspirarse en parte en el acuerdo de la Moncloa, pero ocurre que tanto la polarización como la visión no coincidente sobre la orientación económica que se quiere para el país, atravesado además por una crisis moral insostenible, despiertan algunas dudas sobre el futuro de la iniciativa presidencial.
La ausencia de un acuerdo político, empresarial y productivo sólido, trajo estas consecuencias para el país: El PBI por habitante de la Argentina, comparado con el de los Estados Unidos, se achicó de dos tercios a un tercio en los últimos setenta años. En 1953, la Argentina registraba un PBI per cápita equivalente al 63,3% del de Estados Unidos y para 2023, ese guarismo cayó a un 33,0. El país ha protagonizado una fenomenal caída en la inserción en el mercado mundial.
El Pacto de Mayo debe ser el gran ordenador para una exitosa instalación de la Argentina en la economía mundial. Tal es así que el punto 10 del proyecto del gobierno, habla de la apertura al comercio internacional de manera que la Argentina, vuelva a ser protagonista en el mercado global y para lograrlo es menester reconvertir los instrumentos para lograr ese objetivo.
Por otra parte, la ley de bases y el paquete fiscal, son las herramientas que ayudarán a reducir la incertidumbre y el riesgo argentino.
De no mediar nuevos inconvenientes, el Pacto sellará el compromiso de las fuerzas que pondrán su rúbrica el 25 de mayo en Córdoba, para que las reformas planteadas y los objetivos sugeridos se cumplan en el tiempo, logrando de esta manera, que la Argentina deje atrás definitivamente los años de estancamiento, procurando mejorar la vida de todos los argentinos.
