Opinión

Locos por el fútbol

argentinos hinchas
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Laura Astini por Laura Astini | 16-11-2022 18:13

Cada cuatro años el mundo del fútbol tiene su cita especial: el Mundial. Millones de aficionados de todo el mundo se citan en un país para alentar a su selección. El resto se quedan en sus casas pegados a la televisión viendo partidos no sólo de su equipo sino también de otros ¿Por qué el mundial levanta tantas pasiones?

El Campeonato Mundial de Fútbol con la Selección a la cabeza es el único desafío a nivel nacional que tiene un apoyo masivo indiscutible.

Tengo la convicción que este Mundial de fútbol llama la atención la adhesión solidaria de casi el 100% de la población, siendo el festejo colectivo absolutamente masivo. No sucede lo mismo si se tratara de un Mundial de basquet o de tenis.

Esta identificación con el deporte fútbol se comprende por una cotidianidad compartida por la mayoría de las personas. En todas las familias hay adherentes (algunos fanáticos) de este deporte y quienes lo han practicado de niños. Es un deporte de muy fácil acceso. Diego Maradona relataba que armaban una pelota con “cinco medias” y jugaba. 

Pero el fútbol tiene la capacidad de exceder nuestra racionalidad y tocar directamente fibras muy profundas de nuestro ser, y el mundial es el evento en que estas sensaciones se agudizan, un poco como la primavera con los alérgicos.  Sin embargo, esta “fiebre mundialista” tiene su explicación psicológica.

La fama de la que goza el fútbol y que lo corona como el «deporte rey» se debe a que tiene la capacidad de satisfacer tres necesidades psicológicas básicas: por un lado, la necesidad de afiliación. El psicólogo estadounidense Abraham Maslow incluía la necesidad de afiliación en su famosa pirámide de necesidades humanas. No se trata sólo de tener un rival en común del que reírse cuando se gana, sino del sentimiento de unión, compañerismo y confraternidad con los otros hinchas de tu equipo. 

Nuestra existencia tal y como la concebimos supone aprendizajes, costumbres, comportamientos o relaciones que dependen de nuestra relación con los semejantes. Como se encargan de resaltar muchos comerciales, solemos compartir alegrías y tristezas (futbolísticas) con el resto de hinchas. Muy típica es la imagen de un gol y gente que ni siquiera se conoce se abraza porque se siente unida en un festejo por un logro común. 

Es indiscutible la importancia crucial que tiene en nuestra vida pertenecer a un grupo, cómo moldea nuestra identidad, al permitirnos reconocer lo que somos y lo que no somos. Este tipo de comportamientos se conecta directamente con nuestra parte más tribal, a fin de cuentas, agruparse y organizarse es lo que ha permitido al ser humano sobrevivir durante miles de años.

Otra de las necesidades psicológicas es la necesidad de estatus. Nos sentimos participantes activos de la situación. Si nuestro equipo gana, nos sentimos unos ganadores, los mejores, con chances de ser «los mejores del mundo». También nos enojamos si nuestro equipo pierde, porque hemos «fallado» todos, como país, como grupo humano. Sentimos la derrota como si hubiésemos participado de una manera mucho más activa que estar sentados delante del televisor.

Es un sentimiento tan poco racional que incluso analizándolo fríamente como ahora nos causa hasta gracia, pero en el momento en que la pelota está en juego sabemos que estos pensamientos y emociones afloran.

El fútbol nos proporciona una excusa para hacer catarsis, un entorno seguro para expresar pasión y rabia de una manera socialmente aceptable, pacífica.

Ya lo decía el psicólogo social Enrique Pichon Rivière: “El futbol es esa extraña mezcla entre la guerra y la fiesta”. ¿Cómo entender estas dos caras que emergen en relación al fútbol? Por un lado, el mayor festejo colectivo que representa el Capital Social que posee la Argentina, esa capacidad de una sociedad solidarizada en una fiesta colectiva en pos de un objetivo de victoria y, por otro lado, el odio visceral como si el vecino uruguayo o brasilero fuera el enemigo que hay que, no solo vencer, sino humillar y derrotar para siempre, simbólicamente por supuesto. 

Por último, aparece la necesidad de un significado. Aquellos a los que no les guste el fútbol, pensarán que estoy exagerando, pero le da un significado a la vida de muchas personas. En este sentido, el doctor Tomas Chamorro-Premuzic, experto en perfiles psicológicos y estadísticas personales, explica que el fútbol es en cierta forma una alternativa popular a la metafísica. Tiene la capacidad de unir a las personas mucho más que el trabajo en grupo, a veces incluso más que las relaciones de pareja. Hay un dicho futbolero muy conocido que dice que se puede cambiar de país, de trabajo, de pareja, pero nunca de equipo.

Muchas veces el fútbol se utiliza como metáfora de la vida, por eso cuando se discute de fútbol no siempre se está hablando de un deporte, sino de nuestra postura sobre ciertos valores. Estamos mostrando algo de nosotros mismos cuando defendemos el ganar por encima de todo o el juego sobre el resultado, cuando preferimos cuidar el resultado o seguir atacando hasta el final.

Otro interesante análisis sobre el tema que nos convoca, es posible desde el Psicoanálisis. Sigmund Freud, a partir de sus escritos sobre “Psicología de las masas y análisis del Yo” (1921) refiere que, en el seno de una masa, aflora lo inconsciente; que sentimientos de invencibilidad y efectos de contagio, dan forma a un marco global donde prevalece la sugestión. Pero agrega, que tal sugestión no viene de la nada, viene del amor.  Amor por el conductor o jefe con quien nos identificamos, a quien admiramos y queremos emular. Amor por aquel a quien idealizamos, y colocamos en el lugar de modelo. Amor por aquel que, al igual que en una situación de hipnosis, nos hace perder el interés por el mundo exterior.

El ser humano masificado sufriría una suerte de regresión a una actividad psíquica primitiva. Condensaciones y desplazamientos reemplazan la discriminación por los objetos de la realidad exterior. Comienzan a regir otros niveles lógicos y otra temporalidad. Para pasar a convertirnos en un animal de horda, dependiente de la voluntad y del amor a un jefe todopoderoso, que nos guía, orienta y da sentido a nuestra vida. En nuestro tiempo, este lugar ha recaído sobre artistas y otros ídolos populares, surgidos de una probada pasión de multitudes: el fútbol.

La próxima vez que tengas que justificar por qué estás madrugando o desatendiendo tus tareas para ver un Argentina - Arabia Saudita, ya tenés argumentos suficientes para que la otra persona entienda que tu situación responde a necesidades muy profundas.

Laura Astini - Licenciada en Psicología MP 706

 

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