Opinión

Silencio

La columna de opinión de Elisabeth Amat.

ELI-AMAT-1
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11-05-2021 10:35

La pandemia, obviamente que ha dejado estragos en cada rincón del planeta, pero si algo hemos aprendido en este tiempo, o por lo menos lo hemos intentado, es a estar solos, sin el bullicio de todos los días. En algunas ciudades grandes, existen familias que, teniendo la oportunidad de regresar al pueblo que los vio nacer, han emigrado a lugares chiquitos donde el ruido ensordecedor se apaga por naturaleza. No hablo solamente del bochinche callejero sino de aquel con el que convivimos por dentro. El estrés, la sobre información, el tumulto de gente... De pronto, hemos tomado conciencia de que somos, existimos y que necesitamos parar a pensar hacia dónde vamos o si lo que estamos haciendo es realmente lo que queremos y nos gusta, o por el contrario, nos hemos apoltronado en un cómodo sillón a ver cómo la vida pasa sin que seamos los protagonistas de nuestra propia historia.

Cuando nos callamos por dentro para mirar y escuchar parece que los oídos del alma se destaponan y sentimos como la empatía empieza a querer recorrer nuestras venas. Y es que para escuchar hace falta estar callado. “No se puede, decía el escritor e historiador español Federico Suárez, compaginar la reflexión con la verborrea. Es necesario un mínimo de silencio para que la atención de la mente se aplique sosegadamente a lo que tenemos delante, a la resolución que las cuestiones de la vida diaria nos pone delante de los ojos con cierta frecuencia. ¿Cómo es posible oír nada cuando se está promoviendo un alboroto ensordecedor?

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Hoy, ese bullicio aturde en muchos medios de comunicación, especialmente en las redes sociales que son expertas en desinformación y mentiras que de piadosas no tienen nada. Por eso es necesario aprender a convivir en el silencio. Mudos por fuera y por dentro. Un silencio que a veces da miedo porque en él encontramos la voz de la consciencia que empieza a susurrarnos pidiéndonos que cambiemos alguna cosa que ya la tenemos como hábito y nos da pereza, incluso planteárnosla. Holgazanear en nuestra zona de confort no nos permite crecer, nos aplasta como cuando mirando tv nos vamos hundiendo en el sillón, sabiendo que levantarnos será cada vez más difícil. Y, por supuesto, a muchos les va a interesar que sigamos sentados cómodamente y no salgamos a flote con planteamientos que les cambien sus expectativas y planes con nosotros.

Está claro que para emprender un cambio es necesario aprehenderlo, reflexionarlo, hacerlo nuestro, sin que nadie nos hable a borbotones.

Este autor valenciano, analiza el silencio como sinónimo de fortaleza. Y pone en evidencia a “los que se quejan de las contrariedades, de su mala suerte; los que pregonan sus problemas a los cuatro vientos, los que están siempre disculpándose; los que constantemente se sienten urgidos a dar explicaciones de lo que hacen, por qué lo hacen y lo que dejan de hacer; los que en fin, necesitan de la aprobación ajena para sentirse medianamente tranquilos.” Evidentemente que, esperando el beneplácito de los demás, resultará imposible reflexionar en quiénes somos o hacia dónde queremos ir porque siempre esperaremos que todos estén de acuerdo con nuestras decisiones. Y nos den una palmadita en la espalda. Que a todos nos encanta.

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Ojalá que encontremos el silencio en nuestro interior para parecernos un poco más a aquellos que saben callar, escuchar y mirar al otro, poniéndose en su piel, dejando atrás esos ruidos estériles que nos alejan de aquel yo al que queremos llegar.

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