Opinión

Los libros secretos de Ernesto Aguirre

ernesto aguirre
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Gonzalo Bautista por Gonzalo Bautista | 14-06-2023 15:02

Ernesto Aguirre nació un 14 de junio de 1953 y cumpliría hoy 70 años. Fallecido en abril de 2016, fue uno de los poetas jujeños más importantes, con alta potencia escrituraria y fina sensibilidad, autor de una obra disruptiva en el campo literario local.

Quienes lo conocieron dicen que sabía y podía contar historias: algunas fueron poesía, otras fugaces eternas transmisiones de radio.

Para homenajearlo, desde @tourdelibros conversamos con Fede Aguirre, uno de sus hijos, quien nos contó intimidades y anécdotas vividas junto a Ernesto: además de leer y escribir, qué otras cosas le gustaba hacer, qué otros trabajos tuvo, cómo era como padre y amigo, cuáles eran las “manías” de su proceso creativo y ¿acaso tiene libros no publicados del poeta guardados en casa?

La niñez junto a Ernesto

Si bien Ernesto Aguirre era el escritor, quienes contaban los cuentos en casa eran sus hijos.

“Tengo imágenes en la casa de mi abuela. Se iba a bañar y yo me sentaba y le contaba cuentos mientras tanto. Inventaba historias”, dice Fede sobre su primer recuerdo con su viejo.

“Era muy cariñoso, muy amigo. Más que padre parecía un amigo”, recuerda. “Si había que ir a dar vueltas por ahí, a Yala, a caminar un poco, íbamos todos”.

Fede creció entre poetas. Es que Ernesto Aguirre era uno de ellos y el “mundillo” de su padre estuvo siempre relacionado con las letras. De hecho, Álvaro Cormenzana, otro poeta reconocido, fue compadre de Ernesto.

“Álvaro era muy amigo. Incluso es padrino de mi hermano mayor. Los amigos de mi viejo eran del mundillo literario, ese era su grupo de amigos”, comenta. “Por ahí de cuando en una época iba a la montaña y hacía esas cosas, tenía otros amigos de ese ámbito, pero sus amigos-amigos de toda la vida estaban relacionados con lo literario o las artes”.

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Ernesto Aguirre, un “Wikipedia con patas”

Cuando entrevisté a Fede para esta nota, escuché por segunda vez decir acerca de una persona que era alguien con quien se podía hablar “de todo”. Pero no porque ésta dijera cualquier cosa, sino porque sabía lo que decía.

“Pienso en él y me acuerdo de las charlas. Era un gran charlador. Podíamos pasar mil horas charlando”, me dijo el segundo de los Aguirre. “Todo el tiempo te hablaba de cosas interesantes. Qué sé yo, alguna historia de algún escritor o película y sobre la película te contaba mil historias alrededor. Era como un Wikipedia con patas. Siempre era interesante hablar con él porque siempre tenía algún dato para tirar sobre las cosas”.

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Como dijimos, las caminatas por Jujuy nunca faltaron, por lo que esa combinación es un recuerdo imborrable en la memoria de Fede: “Me gustaba también que salíamos mucho a caminar, al campo o la montaña. Tengo ese recuerdo lindo de ser chico y que me lleve a todos lados, el cariño de querer compartir tiempo con sus hijos. Estaba orgulloso de sus hijos entonces quería compartir todo el tiempo con nosotros”.

Escritor, librero, comprador de tabaco

Ernesto era poeta. Sin embargo, aunque por sus pares era considerado uno de los mejores, no podía “vivir” de los libros que vendía, por lo que tuvo que ingresar en otros trabajos para “sobrevivir”.

“Laburaba en Massalin. Era comprador de tabaco, iba por las fincas que producían tabaco, veía la calidad y compraba para Massalin. Nada que ver con él, no sé cómo habrá llegado a laburar ahí”, dice Fede.

Posteriormente, tras la separación de la madre de sus hijos, Aguirre se instaló en La Paz, Bolivia, donde entró a trabajar en un bar: “Ave Sol”.

Entre otros de sus trabajos, su hijo recuerda que “volvió de Bolivia, compró parte de la librería 'Rayuela' y atendía ahí. Fue cuando yo estaba terminando el secundario. Después dejó eso, creo que vendió su parte y empezó a 'boyar', no tenía un laburo fijo, comenzó a dar talleres y a vivir con eso”.

A pesar de tener otras actividades, para los hermanos Aguirre, Ernesto siempre fue un poeta: “No es que era el que laburaba comprando tabaco y además escribía, no. Primero era el escritor y después el que buscaba con qué sobrevivir”.

¿Vivía de su obra? “El volumen que podía llegar a vender no le permitía vivir ni un mes”.

Las manías de un poeta

Escritores y escritoras a veces cuentan cómo es su proceso creativo, qué “rituales” tienen, qué hacen al momento de sentarse a escribir. ¿Pero cómo los ven sus allegados?

“Era bien nocturno. Escribía durante la noche, se quedaba hasta la madrugada. Lo sé porque lo veía de grande. Mi abuela tenía una casa en Tilcara donde había un altillo y él se encerraba ahí a leer y escribir”, cuenta Fede. “Yo tenía 15 años y todas las noches íbamos a cenar con él. Lo buscábamos por 'Rayuela', íbamos a su casa y tipo 11 ya nos volvíamos a la nuestra y él se quedaba escuchando música o escribiendo, hasta la madrugada”.

“Siempre escribía a mano, no usaba computadora ni máquina de escribir. Nunca lo vi usando una computadora, siempre a mano con birome. Tenía una letra muy grande. Escribía todo con mayúscula”, revela Fede.

“Se había inventado un sistema para ir corrigiendo. Por ejemplo, escribía en hojas y si quería corregir una palabra o una línea, tenía que volver a escribir toda la hoja, entonces empezó a armar unos rollos: iba pegando hojas y cuando quería corregir algo, cortaba esa parte de la hoja, escribía en otra y la pegaba ahí. Iba 'yapando', digamos. Después tenía un rollo largo, lo que también le servía a él para ir leyendo: iba enrollando de un lado y desenrollando del otro”, agrega.

Consultado acerca de posibles obras, concluidas o no, sin publicar, reposando entre los archivos que aún se conservan de Ernesto Aguirre, Fede no pudo precisar una respuesta certera: “Ahí en mi casa deben estar esos rollos. Eran los borradores. No sé si después lo pasaba en limpio cuando había que publicarlo o le pasaba el rollo al editor. Hay un montón porque escribía mucho y no publicaba tanto. También era de corregir mucho, entonces se iba acumulando”.

Los libros secretos de Ernesto Aguirre

Algunas de las obras “ocultas” del poeta jujeño bien podrían estar entre esos borradores de los que habla su hijo. Otras, en las memorias de su viejo cuando iba al Café Mayans y “renegaba” de los fanfarrones.

“Algo que siempre me acuerdo, que me llamaba la atención, es que tomaba mucho café en Mayans o en esos lugares y por ahí tenía un libro encima y no le gustaba esa pose del poeta tomando un café con un libro. Entonces los ponía dados vuelta o los tenía acá abajo (señala su falda). No le gustaba esa imagen del que va a fanfarronear ahí al café, que dice 'estoy leyendo un libro'. Le embolaba toda esa pose”, recuerda Fede.

En la casa de Ernesto, por supuesto, siempre hubo libros. Sobre todo en la época en que fue propietario de una librería céntrica. “Tenía una millonada de libros porque iba sacando. Llegaba una caja con libros, le interesaba alguno y se lo llevaba a su casa. Vivía en un departamento de dos dormitorios y en uno tenía todas las paredes del cuarto con esas repisas metálicas y libros, libros, libros. Tres filas de libros”.

No obstante, “no tenía una relación fetichista con los libros. Le interesaba más lo que decían los libros que el objeto en sí. No es que acumulaba por acumular, por tener, no le importaba”.

Un escritor con mucho rock

Fede recuerda que a principios de este siglo tenía una banda de rock con uno de sus hermanos y otros amigos y, orgulloso como estaba de sus hijos, Ernesto quiso que La Parabellum le ponga música a la presentación de “Historietas”, su primer libro, que había sido publicado en 1978 y no había podido presentarlo formalmente por la situación de represión dictatorial.

Habíamos armado una bandita con mi hermano y unos amigos y no sé bien cómo se gestó, pero a él se le ocurrió -era 2002, 2003, por ahí- presentar su primer libro, 'Historietas', que es del '78 y nunca lo había presentado por el contexto. Se le ocurrió presentarlo y que nosotros toquemos, porque es un libro que tiene mucho rock, mucho de esa época, entonces se le ocurrió presentarlo y que encima toque la banda de sus hijos. Fue ahí en la Galería Colonial, estuvo bueno”, apunta.

Viaje por el espectro radiofónico

Dicen que a Ernesto Aguirre le gustaba hacer radio en vivo. Fede dice. “Habitantes del sol” y “El perroflauta” fueron las intervenciones radiales en las que participó Ernesto y marcó un hito.

Al menos con la primera: “Fue a finales de los '70. Plena dictadura. Pasaban rock sinfónico, cosas que el que censuraba la música no tenía idea de esas bandas, entonces pasaban. Tenían que presentar un listado de música que iban a pasar en el programa y se lo aprobaban. Como eran bandas que no eran conocidas, pasaban. Era insólito que en plena dictadura, en Jujuy, por Radio Nacional, hagan un programa de rock. Y bueno, lo hicieron”.

“Él siempre recordaba eso con orgullo, de haber hecho algo así. Y más en Jujuy”, remarca.

Y con “El perroflauta” también, por qué no: allí fundió la poesía con el jazz, el blues, el rock y el cine. Sobre ese programa escribimos en otra columna y reiteramos: permaneció sin demasiada difusión en cierto sitio hasta hace pocas semanas, que se reestrenó en Spotify y Google Podcast.

¿La obra maestra de Ernesto Aguirre?

Fede cuenta que su viejo “estaba muy entusiasmado con los últimos libros” y “se divertía mucho escribiéndolos. Le había encontrado otra vuelta a lo que había hecho antes de un poema por página”, dice. 

“Pero que él hable así, que diga 'esta es mi obra maestra', no”.

Ya dijimos que Ernesto Aguirre era considerado por sus pares como uno de los mejores y, por ser disruptivo, su poesía generó tensiones en el campo literario de Jujuy.

“Obviamente sí era consciente del peso que tenía en el mundo literario, pero cero fanfarrón, nada de eso, más bien humilde. El reconocimiento venía de los otros, él no estaba desesperado porque lo reconozcan, todo lo contrario”.

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